segunda-feira, 26 de janeiro de 2009

Soy yo, el acusado, quien tendría que juzgaros

 

Comentarios de los Documentos Pontificios que condenan los errores modernos

«Con la Declaración sobre la Libertad Religiosa no se pueden condenar los documentos del Ma-gisterio que condenan el Liberalismo».

Mons. Marcel Lefebvre

Prefacio [As Actas de Magisterio]

Desde el principio de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X, Mons. Lefebvre instituyó, para la formación impartida a los seminaristas, un curso muy especial que recibían durante su primer año, titulado Actas del Magisterio. Este curso expone las grandes encíclicas de los Sumos Pontífices y los documentos pontificios que tratan sobre el orden social cristiano y la realeza social de Nuestro Señor. Tiene como finalidad colocar a los jóvenes aspirantes al sacerdocio en el contexto concreto de la situación de la Iglesia actual y poscristiana, marco de su futuro apostolado y santificación.

Durante los años 1979-1982, S. Ex. Mons. Marcel Lefebvre enseñó personalmente esta materia en el seminario de Ecône, mostrando así la importancia capital de nuestra lucha contra los errores modernos, especialmente el liberalismo, el modernismo y el comunismo y sus propagadores, en particular la Masonería. Así mostraba también su adhesión filial e indefectible a las enseñanzas de los Sumos Pontífices, al Magisterio de la Iglesia y a la Roma eterna.

El gran dolor de su vida fue ver a la Iglesia invadida por todos los errores del Concilio Vaticano II —al que muchas veces llamaba su “tercera guerra mundial”—, sus puestos principales ocupados por los enemigos, y que los Papas conciliares y posconciliares se apartaban de las enseñanzas de sus predecesores. Fue también para él una gran tristeza ver en ruinas el sacerdocio católico, cómo se difundía la libertad religiosa y cómo los estados católicos se iban secularizando en nombre de esta misma libertad proclamada por el Concilio.

Pero él no cedió. Al contrario, su curso sobre las Actas del Magisterio es una ilustración única de su declaración del 21 de noviembre de 1974, que empieza así: «Nos adherimos con todo nuestro corazón y con toda nuestra alma a la Roma Católica, guardiana de la fe católica y de las tradicio-nes necesarias para mantenerla, a la Roma eterna, maestra de sabiduría y verdad. Nos negamos y siempre nos hemos negado a seguir a la Roma de tendencia neomodernista y neoprotestante que se ha manifestado claramente en el Concilio Vaticano II, y después del Concilio en todas las reformas que provienen de él».

Aquí transcribimos, gracias al trabajo del señor André Cagnon y su esposa, el curso que dio en 1980-1981, aunque con ciertos retoques tomados del curso de 1979-1980 sobre Quanta cura y el Syllabus. Mons. Tissier de Mallerais ha arreglado un poco la forma del texto y ha añadido algunas precisiones, aunque guardando el estilo hablado para dejar la exposición lo más clara y ordenada posible. No podemos más que agradecerles y felicitarles por su trabajo, que pone en manos de los católicos a finales del siglo XX un libro tan útil y precioso. El lector hallará en él todos los juicios del mismo Dios vivo, pronunciados por boca de los Pontífices, sobre los errores contemporáneos, sus propagadores y seguidores. También hallará en él luz y valor, y sacará de esta lectura el amor a la Santa Iglesia Católica Romana, maestra de verdad.

Dígnese la Santísima Virgen, Mediadora de todas las gracias, hacer que esta obra traiga frutos abundantes para todo el Cuerpo Místico de su Divino Hijo.

Menzingen, Miércoles Santo, 30 de marzo de 1994

Franz Schmidberger

Superior General de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X

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«Soy yo, el acusado, quien tendría que juzgaros»

Nos acordamos que los obispos franceses habían calificado a Ecône como “seminario salvaje”, cosa completamente falsa, pues Mons. Charrière, obispo de Friburgo, había aprobado con un do-cumento oficial del 1º de noviembre de 1970, la fundación de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X en su diócesis, y el cardenal Wright, prefecto de la Congregación para el Clero, le había dirigido una carta laudatoria a Mons. Lefebvre el 18 de febrero de 1971.

Sin embargo, las persecuciones iban a desencadenarse rápidamente. Una comisión creada por Pablo VI y compuesta por los cardenales Garrone, Wright y Tabera envió a Ecône dos visitadores apostólicos, Mons. Descamps y Mons. Onclin, cuyas actitudes y palabras fueron tan repulsivas que provocaron la famosa declaración de Mons. Lefebvre del 21 de noviembre de 1974.

Unas diez semanas después, Monseñor fue invitado por esta comisión a hablar sobre algunos puntos que ofrecían alguna perplejidad.

«Respondiendo a esta invitación —contaba Monseñor— acudí a la cita el 13 de febrero de 1975 en la Congregación para la Educación católica. Sus Eminencias los cardenales Garrone, Wright y Tabera, junto con un secretario, me invitaron a sentarme a la mesa. S. Ex. el cardenal Garrone me preguntó si no había ningún inconveniente en que se grabase la conversación (…)

»Después de manifestarme la buena impresión habían tenido los visitadores apostólicos, no se habló más ni de la Fraternidad ni del seminario. Solamente se habló de mi declaración del 21 de noviembre (…)

»El cardenal Garrone me reprochó duramente esta declaración, llegando incluso a tratarme de “loco” y diciendo que yo me hacía “un Atanasio”, y esto durante veinticinco minutos. El cardenal Tabera insistió, diciéndome: “Lo que Vd. hace es peor que todo lo que hacen los progresistas”, y que yo había roto la comunión con la Iglesia, etc.

»¿Eran interlocutores, o más bien jueces?

» (…) Tuve la impresión de haber sido engañado. Me habían invitado a una conversación y de hecho estaba ante un tribunal decidido a condenarme.

» (…) Pedí una copia de la grabación. El cardenal Garrone respondió que era muy justo que yo tuviese una copia, que era mi derecho (…) Esa misma tarde envié a una persona con los aparatos necesarios, pero el secretario le dijo que sólo se trataba de una trascripción. Al día siguiente yo mismo fui a pedir esa copia. El secretario fue a ver al cardenal y volvió para decirme que se trata-ba sólo de una trascripción; me la prometió para el día siguiente en la tarde. Para asegurarme que estaría lista, llamé al día siguiente por la mañana, y el secretario me dijo que no era que me iban a dar una trascripción, sino que podía ir a consultarla entre las 5 y las 8 de la tarde. Ante este pro-cedimiento, no fui».

(Monseñor nunca pudo tener una copia de esta grabación ni tampoco la relación de los dos visi-tadores apostólicos; más tarde, tampoco pudo tener la del cardenal Gagnon).

«Hubo que esperar tres años y medio, hasta el 23 de noviembre de 1979, para que se iniciara una investigación más profunda sobre la doctrina que profesaba Mons. Lefebvre y que se enseñaba en Ecône. El 28 de enero, el cardenal Seper, prefecto del antiguo Santo Oficio, envió a Ecône un cues-tionario muy extenso (…) Era el principio de la investigación (…)

» A los encargados de la Congregación para la Doctrina de la fe que me acusaban de dividir a la Iglesia, les respondí en resumidas cuentas: “Señores: ustedes tienen un conocimiento de la historia de la Iglesia de estos últimos siglos más amplio quizás que el mío. Esta historia nos hace ver que hay en la Iglesia una división desde hace por lo menos dos siglos entre católicos y liberales, y estos últimos han sido condenados siempre por los Papas hasta el Concilio Vaticano II, en que por un misterio insondable de la Providencia, los liberales han podido hacer triunfar sus ideas y ocupar los lugares más importantes de la Curia romana. Cuando pienso que estamos en el edificio del San-to Oficio, que es el testigo excepcional de la Tradición y de la defensa de la fe católica, no puedo dejar de pensar que estoy en mi casa, y que soy yo, al que vosotros llamáis ‘el tradicionalista’, quien tendría que juzgaros (…) Un día la Verdad volverá a recuperar sus derechos”».

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(Cf. revista francesa: Itineraires, números de diciembre de 1976 y nº 233 de mayo de 1979;

y revista Fideliter, nº 55 de enero-febrero de 1987 y nº 59 de septiembre-octubre de 1987)

Fonte: Stat Veritas

sábado, 24 de janeiro de 2009

DEO GRATIAS: Papa anula excomunhão de bispos ordenados por D. Lefebvre

Publicamos com grande alegria o Decreto da Congregação pelos Bispos em que é levantado a censura de excomunhão latae sententiae ao qual estavam submetidos os bispos ordenados por Dom Lefèbvre desde 1988.

COMUNICADO DA SALA DE IMPRENSA DA SANTA SÉ

O Santo Padre, depois de um processo de diálogo entre a Sé Apostólica e a Fraternidade Sacerdotal São Pio X, representada pelo seu Superior Geral, Sua Eminência Dom Bernard Fellay, acolheu o pedido novamente formulado pelo prelado, com a carta de 15 de dezembro de 2008, em nome dos outros três Bispos da Fraternidade, Dom Bernard Tissier de Mallerais, Dom Richard Williamson e Dom Alfonso de Galarreta, de levantar a excomunhão em havia sido colocados vinte anos atrás.

Devido, com efeito, às consagrações episcopais feitas em 30 de junho de 1988 por Dom Marcel Lefrebvre, sem mandato pontifício, os quatro prelados haviam incorrrido em excomunhão latae sententiae, formalmente declarada pela Congregação pelos Bispos na data de 1 de julho de 1988.

Dom Bernard Fellay, na carta citada, manifestava claramente ao Santo Padre que: "estamos sempre firmemente determinados na vontade de permanecer católicos e de colocar todas nossas forças ao serviço da Igreja de Nosso Senhor Jesus Cristo, que é a Igreja Católica romana. Nós aceitamos seus ensinamentos com alegria filial. Nós acreditamos firmemente no Primado de Pedro e em suas prerrogativas e por isso nos faz sofrer tanto a atual situação".

Sua Santidade Bento XVI, que seguiu desde o início este processo, procurou sempre recompor a fratura com a Fraternidade, encontrando mesmo pessoalmente S.Excia.Dom Bernard Fellay, em 29 de agosto de 2005. Naquela ocasião, o Sumo Pontífice manifestou a vontade de proceder gradualmente e em tempo razoável em tal caminho, e agora, benignamente, com solicitude pastoral e paterna misericórdia, mediante Decreto da Congregação para os Bispos de 21 de janeiro de 2009, retira a excomunhão que pesava sobre os mencionados Prelados. O Santo Padre foi inspirado nessa decisão pela esperança de que se chegue o mais prontamente à completa reconciliação e à plena comunhão

[00146-01.02] [Texto original: Italiano, tradução Montfort]

DECRETO DA CONGREGAÇÃO PELOS BISPOS

Por meio da carta do dia 15 de dezembro de 2008, dirigida à Sua Eminência, Cardeal Dario Castrillón Hoyos, o presidente da Comissão Pontifical Ecclesia Dei, Dom Bernard Fellay em nome próprio e em nome dos outros três bispos sagrados no dia 30 de junho de 1988, solicitava novamente o levantamento da excomunhão latae sententiae formalmente declarada pelo Decreto do Prefeito desta mesma Congregação para os Bispos na data de 1 de julho de 1988. Na carta anteriormente mencionada, Dom Fellay afirmava, entre outras coisas: "Nós estamos também aferrados à vontade de permanecer católicos e de pôr todas as nossas forças a serviço da Igreja de Nosso Senhor Jesus Cristo, que é a Igreja Católica Apostólica Romana. Nós aceitamos seus ensinamentos filialmente. Nós cremos firmemente no Primado de Pedro e nas suas prerrogativas e é por isso que a situação atual nos faz sofrer tanto”.
Sua Santidade Bento XVI – paternalmente sensível ao mal estar espiritual manifestado pelos interessados por causa da sanção de excomunhão e confiando no compromisso expressado por eles na carta citada de não poupar nenhum esforço para aprofundar nas necessárias conversações com as Autoridades da Santa Sé sobre as questões ainda abertas, e de poder deste modo chegar rapidamente à uma plena e satisfatória solução do problema posto na origem – decidiu reconsiderar a situação canônica dos Bispos Bernard Fellay, Bernard Tissier de Mallerais, Richard Williamson e Alfonso de Galarreta relativa à sua sagração episcopal.
Este ato expressa o desejo de consolidar as relações recíprocas de confiança, de intensificar e de tornar estáveis as relações da Fraternidade São Pio X com a Sé Apostólica. Este dom de paz, no fim das celebrações do Natal, quer ser também um sinal para promover a unidade na caridade da Igreja Universal e, deste modo, retirar o escândalo da divisão.
Desejando que este passo seja seguido sem demora da pela comunhão com a Igreja de toda a Fraternidade São Pio X, em testemunho de uma verdadeira fidelidade e de um verdadeiro reconhecimento do Magistério e da autoridade do Papa pela prova de uma unidade visível.
Conforme as faculdades que me foram expressamente concedidas pelo Santo Padre o Papa Bento XVI, em virtude do presente Decreto, eu levanto aos Bispos Bernard Fellay, Bernard Tissier de Mallerais, Richard Williamson e Alfonso de Galarreta a censura de excomunhão latae sententiae declarada por esta Congregação no dia 1 de julho de 1988, do mesmo modo que declaro sem efeitos jurídicos, a partir de hoje, o Decreto publicado naquela época.
Roma, da Congregação para os Bispos, dia 21 de janeiro de 2009

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Card. Giovanni Battista Re

Prefeito da Congregação pelos Bispos

[00145-01.02] [Texto original: Italiano, traduçao DICI http://www.dici.org ]

[Fonte: site do Vaticano em http://212.77.1.245/news_services/bulletin/news/23251.php?index=23251&lang=it ]


Para citar este texto:

"DEO GRATIAS: Papa anula excomunhão de bispos ordenados por D. Lefebvre"
MONTFORT Associação Cultural
http://www.montfort.org.br/index.php?secao=veritas&subsecao=papa&artigo=papa-anula-excomunhao-lefebvristas&lang=bra
Online, 24/01/2009 às 17:05h

"QUO PRIMUM TEMPORE"

 

ESTUDO DO PADRE RAYMOND DULAC SOBRE A BULA QUE

PROMULGOU O MISSAL ROMANO

A primeira intenção do presente estudo era apenas a de oferecer uma tradução deste documento, que tem uma enorme importância e que no entanto ainda hoje é praticamente desconhecido dos fiéis e até mesmo de muitos padres. Quantos entre estes já o leram e estudaram?... Alguns não sabem nem onde o encontrar. Ora, sem mesmo lançar mão de grande bulário, basta abrir o Missal de uso litúrgico e nas primeiras páginas o encontrarão impresso, de modo aliás não muito agradável o que facilmente pode desencorajar o leitor: nem um só parágrafo num texto que ocupa três ou quatro colunas grandes!

É preciso também reconhecer que a leitura desta Bula no original é bem difícil. Alguns termos são de custosa tradução por causa do uso jurídico que lhes dá um sentido rigorosamente preciso, por vezes fora do uso corrente.

As frases também são de uma complexidade raramente encontrada, devido às extensas enumerações com minuciosos pormenores e trechos intercalados de difícil seqüência com orações subordinadas, umas dentro de outras.

Além disso, e quanto à matéria, as decisões editadas pelo documento são de várias espécies e um leitor menos atento poderia confundi-las não sendo conhecedor da tradição canônica em matéria legislativa.

Enfim, o sentido profundo da Bula só pode ser bem apreendido se for situado na circunstância histórica que a provocou, exigindo esta por sua vez ser esclarecida pela própria história do Missal Romano desde suas origens até a época do Concílio de Trento.

Por causa destas diversas considerações achamos melhor dar à nossa tradução da Bula, uma introdução histórica e fazer no final uma exposição jurídica como esclarecimento de muitas das diretivas da Bula de São Pio V sobre o Missal Romano restaurado.

Sim, porque trata-se somente de uma restauração e não de uma reforma que teria modificado a economia do rito tradicional. O título de nossos missais de uso litúrgico, dizem claramente: Missale Restitutum, Recognitum, isto é, restituído à sua forma original, restabelecido e com este fim simplesmente revisto. Voltaremos a este ponto mas desde já devemos assinalá-lo seja pelo menos para reparar na enorme distância entre a obra de São Pio V e a que Paulo VI realizou ajudado por seus "peritos".

BREVE HISTÓRICO DO MISSAL ROMANO

Faremos um simples resumo, esforçando-nos de lembrar apenas as linhas certas e essenciais desta longa história. Os que mais profundamente a estudaram reconhecem modestamente que, em numerosos pontos, têm de se contentar com conjeturas. Não seriam estes que se aventurariam a reformar o rito usado até nossos dias sob pretexto de uma volta a um pretenso rito "primitivo" artificialmente reconstruído!

Para bem compreender a Missa Romana, tal com se apresentava aos Padres Conciliares de Trento e ao Papa São Pio V, é necessário descobrir seu devido lugar dentro da evolução geral da liturgia eucarística.

1 - Os Apóstolos tinham recebido do Senhor, na véspera de sua Paixão, o poder e o mandamento de celebrar o Sacrifício da Nova Aliança. Deveriam para isso refazer, em memória dele, ISTO que Ele mesmo tinha feito naquele dia, oferecer sob as espécies do pão e do vinho transubstanciados no Seu Corpo e no Seu Sangue em virtude de Suas palavras, a Vítima propiciatória imolada na Cruz de uma maneira sangrenta.

2 - Os mais antigos documentos, nos mostram quão os Apóstolos e seus sucessores observaram fielmente esta ordem.

Pela própria natureza das coisas e com a autoridade recebida do próprio Cristo ou do Espírito de Pentecostes, os Apóstolos deviam completar a simples repetição dos gestos da Quinta Feira Santa com um conjunto de ritos. Iam eles tornar solenes sua "comemoração" e fazer dela uma verdadeira cerimônia religiosa.

Esta cerimônia não tinha por fim somente manter um sentimento interior de fidelidade à uma lembrança cujo mérito variasse segundo as disposições subjetivas do celebrante e dos participantes. Ela iria ter os efeitos objetivos de um ATO, efeitos esses realizados em virtude da própria instituição de Jesus Cristo, que quis estar presente sob as espécies sacramentais. Uma única condição: que o padre humano se faça instrumento exato do Sacerdócio único e soberano, conformando-se por sua fé e por sua intenção à Vontade Daquele que é Senhor de seus dons:

"Fazei isto"

3 - Houve assim, na origem, em todas as igrejas locais do Oriente e do Ocidente, um rito mais ou menos uniforme, que vem atestado por alusões dos mais antigos Padres da Igreja: Doutrina dos Doze Apóstolos (Didachê), primeira Epístola de Clemente aos Coríntios, Epístola de Barnabé, cartas de Santo Inácio, de São Justino, Santo Irineu, etc.

Este rito, ainda um tanto indeterminado nos pormenores, deixando lugar a certas improvisações, iria, no correr dos três primeiros séculos, se cristalizar pouco a pouco em alguns ritos-típicos que deveriam se fixar numa determinada forma em conformidade ao gênio particular de cada povo.

4 - Assim é que, a partir do século IV, se conhecem quatro tipos gerais de liturgia eucarística’ das quais três tiveram sua formação ao redor das grandes igrejas patriarcais: Antioquia, Alexandria e Roma.

São estes os "ritos-fontes". Com um quarto, o rito dito "galicano", estão na origem dos ritos "derivados" que serão finalmente celebrados em todo o mundo católico.

O rito romano era, na origem, apenas o rito celebrado somente na cidade de Roma. Foi somente depois do século VIII que se espalhou por todo o Ocidente com algumas exceções, suplantando os outros ritos ocidentais dos quais sofrera influências e aos quais emprestara detalhes.

São estes ritos ocidentais, latinos mas não romanos, que foram reunidos sob a apelação genérica de rito galicano. Título comum que compreende tanto o rito observado na Gália quanto, com algumas variantes, na Espanha, na Bretanha, no norte da Itália e em outras regiões.

Os historiadores não estão de acordo sobre as origens desse rito, mas parece certo que o mesmo constitui um uso diferente do de Roma. Os dois de desenvolvem paralelamente, sofrendo influências recíprocas, dos séculos VI ao VIII, até o momento em que o galicano é absorvido pelo romano sob a influência de grandes missionários: Santo Agostinho, na Inglaterra (597) e São Bonifácio na Germânia (+754); sob a influência também de Carlos Magno que, desejando para seu reino uma uniformidade litúrgica, deu-lhe como base o rito observado em Roma.

Os únicos sobreviventes do rito galicano comum foram o rito dito "mozarábico", usado em toda a Espanha até o século XI e que subsiste ainda em Toledo e do rito denominado "ambroziano", ainda hoje observado em Milão.

5 - Tendo se imposto definitivamente em todo o Ocidente entre os séculos XI e XII, o rito Romano deveria no entanto sofrer em diferentes graus depois dessa data, influências locais que iriam produzir certas variantes as quais se podem a rigor qualificar como ritos mas que, na verdade, são somente formas variadas muito secundárias oriundas da mesma fonte. Assim em Lião, Treves, Salisbury, etc.

Essas formas variadas que aqui mencionamos, são mais conhecidas devido à importância das cidades, mas o estudo dos Missais da Idade Média nos mostra que quase cada uma das catedrais tinha suas particularidades litúrgicas cuja prática se estendia mais ou menos pelas regiões vizinhas.

Em que consistiram? Em acréscimos exuberantes puramente ornamentais ou piedosos: festas locais, procissões, cerimônias simbólicas, orações e cantos acrescentados, textos "recheados", Sequências, Prefácios suplementares...

A estas variedades segundo os lugares, se ajuntavam outras próprias das famílias religiosas: Carmos, Cartuxos, Dominicanos.

Mas frisamo-lo bem: nenhuma delas constituía um rito distinto. Todos pertenciam indubitavelmente ao tronco comum original do rito Romano tal como fora fixado no tempo do Papa São Gregório (590-604), se bem que com alguns acréscimos "galicanos" posteriores. Os antigos "sacramentais" romanos, o "Leonino", o "Gelasiano", o "Gregoriano", que são como ancestrais do nosso Missal e que foram escritos respectivamente entre o V e o VII séculos, nos dão uma ordenação da Missa idêntica a que São Pio V devia canonizar na sua Bula.

Segundo o liturgista inglês Fortescue:

"Desde o tempo de São Gregório, considera-se o texto, a ordem e a disposição da Missa como uma tradição sagrada à qual ninguém ousa tocar, senão em detalhes sem importância.

6 - Posta em paralelo a Missa Romana com todas as liturgias orientais, sem exceção, tanto as "cismáticas" quanto as "uniáticas", constata-se que certas cerimônias são rigorosamente idênticas quanto ao essencial: intocadas, verdadeiramente sagradas porque pertenciam à instituição de Jesus Cristo ou dos Apóstolos. Reconhecidas como essencialmente necessárias para que o padre pudesse realizar "ISTO" que o Senhor realizara na Ceia.

E verdadeiramente indispensáveis para que a Missa fosse e parecesse um sacrifício no sentido próprio e pleno do termo, isto é, uma oblação atual, pessoal, feita em nome da Igreja por um padre ordenado, da vítima imolada no Calvário; estando esta vítima realmente presente sobre o altar em virtude da consagração do pão e do vinho que os converte substancialmente no Corpo e no Sangue de Jesus Cristo pelas palavras da instituição repetidas, "em memória" Dele.

São quatro as partes imutáveis da liturgia eucarística mas com diferentes graus de importância quanto à essência do rito:

1 - O ofertório: é a dedicatória prévia do pão e do vinho, que assim se tornam "oblatas".

2 - O cânon, também chamado ação. É a "prex" dos latinos e "anáfora" para os gregos: oração consecratória que começa em forma de ação de graças para se conformar ao gesto de Nosso Senhor que "deu Graças" a Seu Pai antes de "abençoar" o pão e o vinho e de os consagrar.

Nesta oração é que estão inseridas as outras partes do rito consecratório, a saber:

- O memorial da Ceia que precede as palavras da instituição: "Tomai... isto é meu Corpo".

- Antes ou depois uma invocação mais ou menos explícita ao Espírito Santo, o epiclésio. Este é difícil de ser situado de modo exato na Missa Romana.

- Depois das palavras da instituição que consagra as oblatas, encontra-se uma oração que vem afirmar que o padre e todos os participantes ao sacrifício agem, cada um em sua posição essencialmente diferente, "em memória de Jesus Cristo como Ele próprio ordenou". É a anamnese.

3 - Segue a fração: para repetir o gesto do Senhor que "rompeu" o pão antes de distribui-lo aos Apóstolos.

A Fração é acompanhada da commixão, pela qual um fragmento do pão sagrado é mergulhado no vinho consagrado.

4 - Finalmente a comunhão. A maneira de dá-la e de recebê-la, os cânticos ou orações que a precedem, a acompanham e a sucedem variam segundo os ritos locais.

Aos quatro ritos que acabamos de descrever e que estão diretamente ligados ao ato do Sacrifício, se ajuntavam outros que os enquadravam, completando ou ornamentando sua significação religiosa e inspiração cristã. Ritos que todo o mundo reconhecia como secundários mesmo quando a fidelidade, fortalecida pelo uso, deles faria questão.

Primeiramente: O ósculo da paz. Está quase sempre presente com atribuições e maneiras variadas de fazê-lo. Em seguida: leituras, ladainhas, procissões, hinos e a homilia.

ÐÑ

Não esqueçamos a divisão do ofício entre "Missa dos catecúmenos" e "Missa dos Fiéis". E de passagem observamos que a expressão "Liturgia da Palavra" permanece totalmente desconhecida desde as origens até aos tempos do Vaticano II. Aliás é contraditória nos próprios termos: etimologicamente a palavra "liturgia" designa uma "ação". Ora, exceção feita aos tagarelas, a palavra não é um ato. Certamente quando esta palavra é divina, ela é "espírito de vida". A este título deve ter lugar eminente dentro do ato da Missa, mas ela não é este ato. Se o fosse não se poderia despedir (formalmente!) uma parte da assistência no momento preciso em que termina a execução das leituras! Isto por que? Porque não estando ainda admitidos à comunhão eucarística (os não batizados) ou tendo sido afastados ou excluídos (os penitentes) julga a Igreja que então não deviam ser admitidos à liturgia propriamente dita: que prepara formalmente para a comunhão. Provando assim que as Leituras eram nitidamente distintas de "Liturgia".

É melhor usar de franqueza: o lugar cada vez mais preponderante dado, nas Missas pós-conciliares, à "palavra", divina ou humana, é uma concessão feita aos protestantes para os quais a palavra é tudo.

Aliás, há aí um sinal revelador: a manipulação dos textos sagrados, não somente em traduções adulteradas mas também em amputações ou edulcorações do original, julgado pouco ecumênico. Vejam a Bíblia revista e corrigida pelos padres Bugnini e Roguet.

DIGRESSÕES SOBRE O OFERTÓRIO

Descrita a Missa Romana, em suas partes essenciais, tal com era celebrada por todo o Ocidente antes do Concílio de Trento (excetuando-se Milão e Toledo), devemos deter-nos a uma de suas partes : o ofertório. Veremos melhor assim num exemplo característico, a distância infinita que separa a "restituição" do antigo Missal feita por Pio V e a "reforma" de Paulo VI.

É sabido que os reformadores modernos do rito milenar canonizado pelos Padres do Concílio de Trento e por Pio V, quiseram (ou fingiram querer) "simplificar", como dizem, o Ofertório, qualificado por eles, seja de redundante "duplicação", seja de réplica aberrante da Oblação essencialmente única: a que é realizada na Consagração onde é Cristo, e Ele somente, que é oferecido ao Pai, o qual não poderia aceitar outra (dádiva) senão a do Seu Filho.

Esta reclamação teria uma aparência de verdade se os gestos e as palavras do nosso ofertório tivessem um valor absoluto subsistente nele mesmo. Ora, seu significado é inteiramente outro e expressamente ordenado a outra coisa. Tem uma realidade certa mas a realidade das coisas relativas: "esse ad".

Em verdade o que se passa nesse momento?

O pão e o vinho, ainda comuns e profanos, são trazidos ao altar e depois dados à Santíssima Trindade segundo um rito especial de oferenda. Este rito os separa do uso comum e profano, os dedica e os prepara.

Para que? Para uma outra oblação: a oblação propriamente sacrificial que será daí a pouco consumada no e pelo ato de sua própria consagração.

O ofertório, que Lutero iria procurar destruir, não tem de modo algum o sentido do gesto da gratidão humana ao seu criador pelo pão e pela uva nem o da restituição das premissas ao Senhor de todas as coisas, conforme judeus e pagãos sempre tinham feito (é como a Missa de Paulo VI parece querer "restituir", no seu novo rito ecumênico e teillardiano).

Na liturgia romana da Missa, o pão e o vinho se tornam pelo ofertório as oblatas, como são comumente designados em inúmeros textos: isto é um verdadeiro sacrifício, MAS um sacrifício preparatório, um sacrifício à espera, assim como um vir a ser.

E são estas oblatas, já reservadas, que serão em seguida santificadas, no sentido pleno do termo, que vão entrar no único sacrifício agradável a Deus: o da Ceia e do Calvário.

Mas estas oblatas só entram aí para se perderem. Se perderem como?

- Não por uma "trans-finalização" ou "trans-significação" que deixariam toda a sua natureza intacta, como o imaginam os calvino-católicos da igreja holandesa: haveria então somente uma mudança simbólica;

- Nem por uma simples transformação em sua própria matéria, tal como acontece nas mutações físico-químicas que deixam, estas sim, a matéria intacta: haveria então simples associação justaposta de dois sacrifícios sucessivos, o do padre, humano, e o de Cristo;

- Nem por uma aniquilação das duas oblatas, que apagaria então a oblação do padre, substituindo-a pura e simplesmente pela de Cristo;

Mas por uma conversão total de substância em substância.

Então e somente então, o sacrifício do homem, real atual, pessoal, está verdadeiramente confundido com aquele do Senhor; mas o rito do ofertório os tinha antecipadamente e momentaneamente distinguido. O homem trouxe sua parte e o Cristo a assumiu.

Eis aí porque, sob formas bem variadas mas sempre muito expressivas, este rito é encontrado sem exceção em todas as liturgias. E é neste sentido que podemos dizer que o mesmo faz parte "integrante" da Missa.

Integrante, no sentido filosófico do termo: parte de um ser que não constitui sua natureza mas que lhe dá o acabamento conveniente e harmonioso.

Porque, é preciso não esquecer: a "essência" da Missa não é uma essência física, mesmo se esta é profundamente real, de uma realidade que transcende infinitamente o plano dos sinais e dos símbolos. Realidade Sacramental, a do "mistério de fé". Invenção, sim, invenções de um outro mundo, cujos criadores são o Amor e a Arte.

Lembremo-nos da palavra do vinhateiro da parábola, que repartia os salários de modo tão estranho (Mat.XX,15):

"Não me é permitido fazer aquilo que eu quero?"

O que quero: o bel prazer dos músicos e dos amantes. Esferas acima dos números racionais. Quem se lembraria então de falar de "repetição"?

Dizer que o ofertório é uma "duplicação" (doublet) é visão não de liturgista, mas de sacristão. É como se dissesse que a mão esquerda é uma duplicação da direita, porque afinal se pode segurar um castiçal com uma só mão, ou se iluminar com uma só vela.

DA ANARQUIA LAICA DE LUTERO À RESTAURAÇÃO DO CONCÍLIO DE TRENTO

Tal era então a Missa romana, a que o Papa Gregório o Grande tinha celebrado, e Agostinho de Cantorbery, Ambrósio de Metz, Bernold de Constance, João Beletk, Tomás de Aquino, Durand de Mende, Gerson e uma multidão de padrezinhos do interior cujos nomes estão inscritos no Livro da Vida.

...E também o monge Martinho Lutero, durante quinze anos, antes que seu demônio de guarda lhe revelasse que esta Missa era a abominação da desolação (como ele próprio contou em narração inimaginável que seria interessante publicar novamente nesses tempos perturbados).

Mil anos de posse pacífica, feliz, a reconciliar, consolar, confortar iluminar e santificar milhões de almas através das mais variadas circunstâncias de uma história da Igreja por vezes catastrófica.

Sobre um monte, um ostensório imóvel e intacto.

Então veio Lutero com sua tropa disparatada e equívoca.

É preciso dizer, o que ainda não se fez suficientemente, que a revolução protestante foi antes de tudo uma revolução laicista e anti-sacerdotal. Se o monge agostiniano e os seus se lançaram tão furiosamente contra a economia dos Sacramentos e da Missa, é principalmente porque sua grande gana era o sacerdócio.

E atacaram o padre porque o tinham sido e queriam deixar de sê-lo. Toda sua "Teologia" de uma salvação puramente interior, sem mediação humana, fora forjada simplesmente para mascarar sua deserção. A teologia protestante da graça e da fé é uma teologia de "defroqué" que procuram assim justificar sua própria traição.

A lógica desse laicismo, deveria ter conduzido Lutero a suprimir qualquer culto exterior organizado. Escreve J.Paquier:

"Seria seu passado católico e seu bom senso, que lhe aconselharam de se contentar com uma redução e transformação do culto católico prudente, tímida, conservando muita coisa do passado?"

Não seria sobretudo, como o próprio Lutero escreveu, o cuidado de conseguir "com segurança e felicidade" (tuto et feliciter) o fim colimado procedendo por etapas, como outros entre nós o disseram desde 1963? Criar assim, sem abalos violentos nos costumes seculares dos povos, um culto novo que não seria mais sacerdotal?

Os resultados dessas táticas tateantes é o que conhecemos hoje no interior da Igreja desde o final de Vaticano II: anarquia e caos litúrgico. Ao mesmo tempo proliferação de ceias, serviços, cultos, sem regra nem controle que iria fornecer um veículo excepcional para os cismas e heresias. Era urgente unificar e purificar.

Foi o que fez o Concílio de Trento.

Aqui, como em outras matérias, os padres puseram como principal atenção à sua solicitude a obra doutrinal antes da reforma disciplinar.

Ensinar a teologia da Missa e do Sacerdócio: de uma maneira, em primeiro lugar, positiva (os "capítulos") seguida das condenações das heresias correspondentes (os anátemas dos "cânones").

Do próprio culto, o mais urgente a dizer o fora feito a propósito do Cânon, da língua litúrgica e da comunhão em uma só espécie.

Mas não era só isso: era preciso deter o processo da desagregação protestante dos ritos da Missa. Esta estava favorecida pela enorme variedade dos missais católicos e pelos abusos que os padres designavam com nitidez e que enfeixavam em 3 principais: a superstição, a irreverência e a avareza.

Já em Bolonha em 28 de novembro 1547, uma Comissão fora encarregada pelo Concílio de destacar os abusos ou erros "relativos à Missa, às indulgências, ao Purgatório e aos votos monásticos".

Mas foi sobretudo em 1562 que as preocupações ganharam precisão: uma nova Comissão de sete padres é formada em Julho, que cataloga abusos de toda sorte, redige um resumo e por fim uma lista de nove cânones que são submetidos em Setembro à discussão do Concílio.

No se tratava mais do Missal como nos projetos anteriores, onde se podia ler:

"que o sacrifício (res sacra) seja realizado segundo o mesmo rito em toda a parte e por todos, para que a Igreja de Deus tenha somente uma linguagem (unius labii sit) e que não se possa encontrar, entre nós, a menor diferença (dissentio) nessa matéria. Para que se possa chegar a este ponto desejado será talvez necessário tomar as seguintes providências: que todos os Missais, depois de terem sido purificados de orações supersticiosas e apócrifas sejam propostos a todos perfeitamente puros e nítidos (nitida) sem defeitos (íntegra); que sejam idênticos, pelos menos entre todos os padres seculares, salvaguardando os costumes legítimos não abusivos".

"Que certas rúbricas bem fixadas (certae) sejam determinadas; os celebrantes deverão observá-las de maneira uniforme, a fim de que o povo não possa ficar chocado ou escandalizado por ritos novos ou diferentes".

Para resumir: "Que os Missais sejam restaurados segundo o uso e costume antigo da Santa Igreja Romana". (2)

O Concílio se separou antes de ter podido realizar por si próprio as resoluções tomadas. Decidiu confiar a tarefa ao Santo Padre para que ele terminasse a obra "segundo o que julgasse bom e sob sua autoridade".

O Papa que era então Pio IV, instituiu para isso uma Comissão especial, mas morreu antes que os trabalhos estivessem concluídos.

Seu sucessor, Pio V, devia confirmá-la a fim de que viesse a realizar as decisões do Concílio nos próprios termos em que foram expressas:

- unificar os Missais;

- purificá-los de qualquer erro;

- reconduzir o rito romano ao tipo exemplar de sua origem;

- torná-lo obrigatório para todos e;

- respeitar, no entanto, os costumes legítimos.

A graça de realizar esta obra eminentemente religiosa fora reservada pela Divina Providência ao Papa do Santo Rosário.

O organizador da vitória de Lepanto, deveria ser, ele próprio, o restaurador do Missal.

Fonte: Capela

quinta-feira, 22 de janeiro de 2009

Mensagem de S.E.R. Dom Bernard Fellay


Mensagem de S.E.R.
Dom Bernard Fellay
Superior Geral da
Fraternidade São Pio X

Queridos Fiéis:

A Cruzada do Rosário que havíamos lançado em Lourdes, na ocasião da memorável peregrinação de Cristo Rei nos fins de outubro, superou em muito nossas expectativas.

Em menos de dois meses, (1.703.000) um milhão e setecentos e três mil* terços  foram rezados ao redor do mundo inteiro para pedir a Nossa Senhora que seja retirado o decreto das excomunhões de 1988.

Dou muito obrigado a todos. Diante de tamanha generosidade, animamo-nos a pedir-lhes que continuem rezando para que esta Cruzada produza seus frutos para o bem de toda a Igreja.

+ Bernard Fellay
Menzingen, 20 de janeiro de 2009
* Dos quais, 60.627 foram contribuídos por nosso Distrito da América do Sul.

Imprensa brasileira notícia anulação das excomunhões

Nota: A imprensa como é de costume manifesta sua ignorância. Dom Lefebvre e Dom Mayer, não tinham intenção de criar outra e Igreja, muito menos eram cismáticos, como notícia estas e outros veículos de comunicação. Também não se trata de um pedido de anulação, mas do reconhecimento da nulidade das excomunhões.

Papa anula excomunhão de bispos ultraconservadores de Lefebvre

France Press


ROMA - O Papa Bento XVI decidiu anular a excomunhão decretada em 1988 por João Paulo II contra os bispos ultraconservadores do movimento católico fundado pelo arcebispo francês Marcel Lefebvre, informa o jornal italiano Il Giornale.

O decreto já teria sido assinado pelo Sumo Pontífice, de acordo com o jornal. O texto suprime a excomunhão para os quatro bispos ordenados pelo monsenhor Lefebvre, entre eles seu sucessor Bernard Fellay.

A decisão pontifícia deve ser divulgada no fim de semana, afirma Andrea Tornielli, vaticanista do jornal e geralmente bem informado sobre os assuntos internos do Vaticano.

Anular a excomunhão constitui um passo importante para a reconciliação com o movimento tradicionalista e dogmático, que tem 460 padres espalhados por quase 50 países e tem sua maior comunidade na América Latina, em particular na Argentina, Brasil, Chile, Colômbia e República Dominicana.

Desde o início de seu pontificado em 2005, Bento XVI fez vários gestos de abertura em direção ao movimento católico fundado pelo arcebispo francês, entre eles a introdução em julho de 2007 da missa em latim, uma exigência dos 'lefebvristas'.

Em junho do ano passado, o Vaticano abriu mão de exigir dos adeptos de Lefebvre, reunidos na Fraternidade de São Pio X, fundada em 1969 em Econe (Suíça) pelo monsenhor Lefebvre, o reconhecimento das disposições do Concílio Vaticano II, celebrado entre 1962 e 1965 e que modernizou a Igreja.

A ordenação de quatro bispos por parte do próprio Lefebvre (falecido em 25 de março de 1991), desobedecendo e questionando a autoridade do Papa, está entre as razões que o levaram a criar outra Igreja, com o cisma (separação) da Igreja oficial em 1988, o primeiro desde 1870.

http://www.correiobraziliense.com.br/html/sessao_4/2009/01/22/noticia_interna,id_sessao=4&id_noticia=69185/noticia_interna.shtml

segunda-feira, 19 de janeiro de 2009

Iota Unum pela primeira vez em Português

Nota: Apresentamos a nossos leitores, o livro Iota Unum (Romano Amério), através da resenha escrita pelo Prof. Orlando Fedeli. E também disponibilizamos na imagem um link para a Rádio Convicción. Onde o livro pode ser ouvido pela primeira vez em português no programa “Caminhos da Tradição”. 

 

Iota Unum

catalog473 Clique na imagem para ouvir o livro

 

Orlando Fedeli

O volumoso, denso e profundo livro Iota Unum - o título alude à frase do Nosso Senhor "nem um jota da lei será tirado" (Cfr. Mt. 5,18) de Romano Amerio (Ricardo Ricciardo Ed., Milano, 1985) será certamente considerado um marco na historiografia religiosa de nosso tempo. A obra é um estudo completo da situação da Igreja no século do Concílio Vaticano II.

Consideramos de grande valor sua análise das variações sofridas pela Igreja sob o influxo do Concílio, embora não aceitemos algumas de suas concepções. Por exemplo, discordamos absolutamente da afirmação de que é aceitável um "socialismo cristão" (p. 237). Pio XI na Quadragésimo Anno ensinou que catolicismo e socialismo são termos contraditórios e que é impossível conciliar a doutrina católica até mesmo com um socialismo mitigado.

Entretanto, o autor faz uma análise muito séria das mudanças da Igreja, fundando-se em documentos e manifestações de membros da Hierarquia. O resultado é impressionante.

A obra mostra como o que foi preconizado por certos pensadores e teólogos - como Teilhard de Chardin - isto é, a gênese de uma nova Igreja, foi realizado pelo Concílio Vaticano II e, especialmente, pelo pós-Concílio.

Com efeito, o famoso antropólogo jesuíta, cujas obras haviam sido censuradas por um Monutum do Santo Ofício, escreveu em seu diário:

"Eu penso que o grande fato religioso atual é o despertar de uma Religião Nova que, pouco a pouco, faz adorar o Mundo e que é indispensável para a humanidade para que ela continue a trabalhar. É portanto capital que nós mostremos o cristianismo como capaz de divinizar o esforço (nisus) e a obra (opus) naturais humanos" (Journal,. p.220 apud op.cit.,p.63).

Nessa mesma linha, Mons. Schmitt, Bispo de Metas, declarava antes do Concílio: "A situação da civilização que nós vivemos arrasta a mudanças não só em nosso comportamento exterior, mas também na própria concepção que fazemos da criação e da salvação trazida por Jesus Cristo" (p. 62)

Aliás, o próprio Paulo VI, quando ainda Cardeal de Milão, entrava nesse mesmo coro, embora de modo mais diplomático e ambíguo:

"O Concílio deve indicar a linha do relativismo cristão até onde a religião católica deve ser férrea guardiã de valores absolutos e até onde pode e deve se dobrar à aproximação e à conaturalidade da vida humana tal qual historicamente ela se apresenta" (p. 61).

Falar em relativismo cristão é introduzir uma fórmula que só pode minar a fé e diluir as resistências. Pior ainda, como bem nota o autor, é dizer que a Igreja pode e até deve se dobrar à conaturalidade da vida humana atual. Expressão dúbia que esquece ser missão da Igreja converter o homem, mostrando-lhe o que ele deve ser, e não aceitá-lo complacentemente como é. Renunciar a converter o homem é para a Igreja renunciar a sua própria missão. (pp. 61-62).

Preparar uma nova Religião, divinizar o mundo, aceitar novas concepções da criação e da salvação, tornar-se conatural ao homem de hoje são fórmulas que descrevem bem o que ocorreu no Concílio Vaticano II e no pós- Concílio.

Paulo VI mesmo, comentando o que foi o Vaticano II, disse:
"As palavras importantes do Concílio são novidade e ‘aggiornamento’ (...) A palavra novidade nos foi dada como uma ordem, como um programa" (p.98, grifo do autor).

Quem deu a palavra novidade, tão contrária ao espírito e à doutrina católica, como uma ordem para a Igreja? Quem deu esse programa?

Que essa "palavra de ordem" foi obedecida não há dúvida alguma.

Mons. Pogge, arcebispo de Avignon, "diz com todas as letras que a Igreja do Vaticano II é nova e que o Espírito Santo não cessa de tirá-la da estaticidade. A novidade consiste, segundo o bispo, em uma nova definição de si mesma, isto é, na descoberta de sua nova essência, e a nova essência consiste no ‘ ter recomeçado a amar o mundo, a abrir-se para ele, a fazer-se diálogo’ " (p. 100).

Nada mais claro. É uma Igreja nova que tem nova essência. Não é mais a Igreja do Deus que é "Aquele que é". É a Igreja do "Vir-a-ser".

Enquanto se dá assim um atestado de nascimento à Nova Igreja, Paulo VI reconhece que a Igreja verdadeira - a Igreja de sempre - vem sendo demolida por aqueles que deviam mantê-la e defendê-la.

"A Igreja se acha numa hora inquieta, de autocrítica, dir-se-ía melhor, de autodemolição. É como uma reviravolta aguda e complexa que ninguém teria esperado depois do Concílio. A Igreja como que golpeia a si mesma".

Reviravolta, autodemolição, autogolpear-se. São palavras gravíssimas com que Paulo VI constata o processo de destruição da Igreja.

"Também na Igreja" - é ainda Paulo VI quem fala - "reina este estado de incerteza". Acreditava-se que depois do Concílio viria um dia de sol para a história da Igreja. Veio, em vez disso, um dia de nuvens, de tempestade, de escuridão. (...) Por algum lugar, a fumaça de Satanás entrou no templo de Deus" (p.8).

Por onde? Não teria sido exatamente pelo ponto em que se fez alguma maldita abertura? E não é mais do que conveniente, não é imperioso fechá-la?

Dirão alguns que culpados são aqueles que interpretam o Concílio do modo progressista, ou seja, modernista. Mas também isso foi programado, segundo o P. Schillebeecks, um dos maiores responsáveis pela introdução da fumaça de Satanás na Igreja:

"Nós o exprimimos de modo diplomático, mas após o Concílio nós tiraremos as conclusões" (p. 93).

Os textos do Concílio permitem tantas "leituras" diferentes que só se pode concluir que o Vaticano II não utilizou o modo de falar recomendado por Cristo: "Que o vosso falar sim, sim, não, não. Tudo o que passar disso vem do maligno" (Mt. 5,57).

Uma das manifestações mais agudas da fumaça de Satanás na Igreja é a Teologia da Libertação. E não é por acaso que ela afirma:

"Assiste-se, um pouco por toda a parte, ao surgimento de uma Igreja Nova, gestada no coração da velha (.....)

O Evangelho não está amarrado a um tipo clássico e consagrado de articulação, herdado de um passado institucionalmente glorioso".

"Uma Igreja nova está nascendo, nos porões da humanidade"(Igreja, carisma e poder , pp. 106 e 109).

São palavras inequívocas de Frei Leonardo Boff, noticiando o surgimento de uma nova religião.

A obra de R. Amerio é tão rica em documentos e profundidade de análise que nos obrigará a voltar ao tema. Nós o faremos oportunamente.


Para citar este texto:

Orlando Fedeli - "Iota Unum"
MONTFORT Associação Cultural
http://www.montfort.org.br/index.php?secao=veritas&subsecao=igreja&artigo=iotaunum&lang=bra
Online, 19/01/2009 às 00:50h

domingo, 18 de janeiro de 2009

IN EMINENTI APOSTOLATUS SPECULA

 

BULA PAPAL DE CLEMENTE XII

SOBRE A MAÇONARIA

CLEMENTE, bispo, servo dos servos de Deus a todos os fiéis, Saudações e Bênçãos Apostólicas.

Uma vez que a divina clemência colocou-Nos, mesmo nossos méritos não estando à altura de tal tarefa, no alto da torre do relógio do Apostolado com o dever de cuidado pastoral confiando em Nós, e tendo sido chamada a Nossa atenção, na medida em que foi concedida a Nós vinda do alto, com incessantes cuidados a todas essas coisas através do qual a integridade da religião ortodoxa é mantida a partir de erros e vícios, impedindo a sua entrada, e pelos quais os perigos de perturbação da maior parte dos tempos são repelidos de todo o mundo católico.

Agora, chegou a Nossos ouvidos, e o tema geral deixou claro, que certas Sociedades, Companhias, Assembléias, Reuniões, Congregações ou Convenções chamadas popularmente de Liberi Muratori ou Franco-Maçons ou por outros nomes, de acordo com as várias línguas, estão se difundindo e crescendo diariamente em força; e que homens de quaisquer religiões ou seitas, satisfeito com a aparência de probidade natural, estão reunidos, de acordo com seus estatutos e leis estabelecidas por eles, através de um rigoroso e inquebrantável vínculo que os obriga, tanto por um juramento sobre a Bíblia Sagrada quanto por uma variedade de severos castigos, a um inviolável silêncio sobre tudo o que eles fazem em segredo em conjunto.

Mas é parte da natureza do crime trair a si própria e para mostrar ao seu próprio clamor. Assim, estas citadas Sociedades ou Convenções têm causado na mente dos fiéis a maior suspeita, e todos os homens prudentes e íntegros tem apresentado o mesmo juízo sobre eles como sendo pervertidos e depravados. Pois se eles não estão fazendo mal, então não deveriam ter um ódio tão grande da luz. De fato, este rumor tem crescido a tais proporções que, em vários países estas sociedades têm sido proibidas pelas autoridades civis como sendo contra a segurança pública, e por algum tempo pareceu terem sido prudentes eliminados.

Por conseguinte, tendo em mente o grande prejuízo que é muitas vezes causado por essas Sociedades ou Convenções não só para a paz do Estado temporal, mas também para o bem-estar das almas, e percebendo que eles não possuem, por qualquer das sanções civis ou canônica; e uma vez que Nós somos inspirados pela palavra divina que é a parte do fiel servo e do comandante da casa do Senhor para assistir dia e noite o açoite de tais homens contra o lar agindo como ladrões e, como raposas que procuram destruir a vinha; de fato, para evitar que os corações dos simples sejam pervertidos e os inocentes sejam feridos secretamente por suas flechas e para bloquear a ampla estrada que poderia ser aberta para a ação de pecado e pelas justas e razoáveis motivações conhecidas por Nós; e por isso, depois de ter tomado conselho de alguns de nossos Veneráveis Irmãos entre os Cardeais da Santa Igreja Romana, e também de nossa própria reflexão a partir de certos conhecimentos e de madura deliberação, com a plenitude do poder apostólico, que decidimos fazer e decretar que estas mesmas Sociedades, Companhias, Assembléias, Reuniões, Congregações,ou Convenções de Liberi Muratori ou de Franco-Maçons, ou de qualquer outro nome que estas possam vir a possuir, estão condenadas e proibidas, e por Nossa presente Constituição, válida para todo o sempre, condenadas e proibidas.


Deste modo, Nós ordenamos precisamente, em virtude da santa obediência, que todos os fiéis de qualquer estado, grau, condição, ordem, dignidade ou preeminência, seja esta clerical ou laica, secular ou regular, mesmo aqueles que têm direito a menção específica e individual, sob qualquer pretexto ou por qualquer motivo, devam ousar ou presumir o ingresso, propagar ou apoiar estas sociedades dos citados Liberi Muratori ou Franco-maçons, ou de qualquer outra forma como sejam chamados, recebê-los em suas casas ou habitações ou escondê-los, associar-se a eles, juntar-se a eles, estar presente com eles ou dar-lhes permissão para se reunirem em outros locais, para auxiliá-los de qualquer forma, dar-lhes, de forma alguma, aconselhamento, apoio ou incentivo, quer abertamente ou em segredo, direta ou indiretamente, sobre os seus próprios ou através de terceiros; nem a exortar outros ou dizer a outros, incitar ou persuadir a serem inscritos em tais sociedades ou a serem contados entre o seu número, ou apresentar ou a ajudá-los de qualquer forma; devem todos (os fiéis) permanecerem totalmente à parte de tais Sociedades, Companhias, Assembléias, Reuniões, Congregações ou Convenções, sob pena de excomunhão para todas as pessoas acima mencionadas, apoiadas por qualquer manifestação, ou qualquer declaração necessária, e a partir da qual ninguém poderá obter o benefício da absolvição, mesmo na hora da morte, salvo através de Nós mesmos ou o Pontífice Romano da época.

Além disso, Nós desejamos e ordenamos que todos os bispos e prelados, e outras autoridades locais, bem como os inquisidores de heresia, investiguem e procedam contra os transgressores, independentemente da situação, grau, condição, ordem de dignidade ou preeminência que venham a ter; e que venham a perseguir e punir a todos com as sanções competentes da mais alta suspeição de heresia. Para cada um destes e a todos destes Nós concedemos e garantimos a livre faculdade de solicitar o auxílio do braço secular, em caso de necessidade, para investigar e proceder contra aqueles mesmo transgressores e para persegui-los e puni-los de acordo com as competentes sanções.

Dada e traçada em Roma, em Santa Maria Maior, no ano de 1738 de Nosso Senhor.

CLEMENTE XII

Livros Litúrgicos para a Santa Missa Tridentina

Por Apostolado São Pio V

Eis alguns livros litúrgicos disponíveis para download em formato PDF, extremamente úteis para a preparação da Santa Missa Tridentina, no que refere à liturgia e ao canto gregoriano.
ATUALIZADO! NOVO: Breviário Sarisburiense com notação neumática!
Missale Romanum de 1962:
DOWNLOAD
Liber Usualis de 1961:
DOWNLOAD
Liber Usualis de 1961 (em notação musical moderna):
DOWNLOAD
Graduale Romanum de 1961:
DOWNLOAD
Rituale Romanum de 1925:
DOWNLOAD
Vesperale Romanum de 1913:
DOWNLOAD
Breviarium Romanum:
DOWNLOAD
Breviarium Sarisburiense cum nota (Breviário Sarum com notação neumática):
DOWNLOAD
Kyriale Vaticano (canto das partes fixas, conforme o canto gregoriano vaticano):
DOWNLOAD

Kyriale de Solesmes (canto das partes fixas, conforme o canto da Abadia de Solesmes):
DOWNLOAD
Ordinário da Santa Missa (para os fiéis):
DOWNLOAD
As versões dos livros litúrgicos são as últimas antes da reforma litúrgica. São, pois, as que estão em vigor para a Santa Missa Tridentina.

sábado, 17 de janeiro de 2009

A Posição do Altar nos Tempos Modernos

Uma análise do Livro do Padre Klaus Gamber por Mons. Richard J. Schuler

Liturgia

Padre Klaus Gamber, que faleceu recentemente, escreveu por muitos anos sobre a reforma litúrgica que se seguiu após o Concílio Vaticano II. “A Reforma da iturgia Romana” foi recentemente traduzida do Alemão para o Francês e Inglês e provocou um considerável comentário na imprensa européia.

Um dos pontos considerado por Pe. Gamber é a posição do altar com referência à congregação. Uma das mais evidentes reformas após o concílio é a prática de se ter o sacerdote voltado para a congregação. A maior parte da propaganda sobre a mudança de posição dos padres alega que é apenas um retorno a um costume da igreja antiga. História e arqueologia foram citadas (mas sem fatos verdadeiros) como evidências. Sem muito estudo ou questionamento, padres e paróquias pelo país (Alemanha, nt) aceitaram essas histórias e arrancaram seus altares, colocando mesas de madeira ou blocos de pedra que permitiam ao sacerdote contemplar a congregação. O design dos arquitetos originais, as linhas e o foco da igreja foram deixados de lado e abolidos. Na maioria dos casos o resultado artístico foi ruim e no melhor dos casos o novo arranjo ficou igual a um vestido conjunto reformado.

A destruição da Igreja e do santuário foi infeliz e custosa. Em algumas partes do país, o dano causado às igrejas pelos reformadores de altar foi maior do que os Vândalos causaram à Espanha ou ao Norte da África. Mas o mal maior foi o dano causado à ação e presença litúrgica do sacerdote. Foi dito ao sacerdote para manter o contato visual com as pessoas, para dirigir suas palavras à elas, para se tornar um "presidente" na assembléia, um "facilitador" da participação ativa da congregação. A noção de Missa enquanto sacrifício foi desencorajada, enquanto a idéia de refeição comunitária foi promovida. O altar tornou-se a mesa, bem semelhante aos dias do Arcebispo Cranmer na Inglaterra.

Entre aqueles solicitados para comentar o livro do Pe. Gamber estava o Cardeal Ratzinger, que foi entrevistado no jornal italiano "Il Sabato" (24 de Abril de 1993). Ele explicou que não há dado histórico, nem na história escrita ou na arqueológica, que estabeleça a posição do altar nos primeiros séculos como sendo voltada para as pessoas. Olhar para as pessoas não era uma questão na igreja primitiva, mas voltar-se para o leste onde Cristo iria surgir em Sua segunda vinda, a "parousia", era mais importante. Os prédios das Igrejas e os altares eram "orientais" (voltados para o leste) para que o sacerdote de forma especial pudesse vê-Lo na Sua chegada. Se devido ao contorno do terreno ou algum outro obstáculo a igreja não pudesse ter essa direção, o sacerdote, sempre olhando para o leste, teria que se posicionar atrás do altar e voltado para o povo. Contemplar a congregação era um fato acidental e ele toma a Basílica de São Pedro como um exemplo desse fato, uma vez que a igreja não poderia ter a entrada voltada para o Oeste (posição oposta ao altar) devido a colina do Vaticano.

O cardeal explica que a mudança quase que universal dos altares para contemplar as pessoas não é um decreto do Vaticano II. Não era impossível antes do Concílio oferecer a Missa voltado para as pessoas. Uma tradição de quinze séculos onde o sacerdote era a cabeça da sua congregação foi eliminada em poucos anos. Aquela tradição admitia exceções. Eu mesmo provavelmente detenho um recorde de Missas em latim celebradas voltado para as pessoas, mais do que qualquer outro padre no país antes do concilio. A igreja onde eu tinha um serviço semanal tinha um altar na cripta e eu oferecia a Missa duas vezes a cada domingo, por aproximadamente dez anos, tudo antes de 1963.

O cardeal foi perguntado se a Igreja voltaria para a tradição ancestral, praticada antes do concílio. Ele retrucou dizendo que não haveria uma mudança "neste momento". Ele disse que as pessoas já estão tão confusas com tantas mudanças e tão rapidamente introduzidas. Mas ele não disse que não iria acontecer numa data futura. Certamente, o retorno daria uma grande ajuda em restaurar a reverência na celebração da Missa. Pe. Jungmann, cujo trabalho na história da liturgia (Missarum solemnia) foi em grande parte responsável pela introdução das mudanças, tem uma segunda opinião sobre o valor das mudanças.

O aspecto interessante da discussão levantada pelo livro do Pe. Gamber é que pouco a pouco a propaganda e afirmações falsas invocadas para realizar a reforma litúrgica estão sendo expostas e se encontram sem veracidade ou bases, históricas, arqueológicas ou litúrgicas. Os erros perpetrados por clérigos e leigos igualmente na década de 60 incluem mentiras como a eliminação do latim, a proibição dos coros, a remoção de imagens, tabernáculos e vestimentas, tudo em nome do concílio ou talvez do "espírito do concílio". Graças a Deus a verdade está começando a reaparecer.

Revista Mater Ecclesiae - http://igrejauna.blogspot.com/

terça-feira, 13 de janeiro de 2009

CARTA PASTORAL

“Aggiornamento” e Tradição

DOM ANTÔNIO DE CASTRO MAYER

Confronto entre os conceitos de “aggiornamento” e de Tradição

EM 21 DE NOVEMBRO do ano passado, em Circular dirigida aos Nossos caríssimos Sacerdotes, procuramos, uma vez mais, avivar neles e nos fiéis a vigilância contra os perigos, a que um falso “aggiornamento” expõe a integridade da Fé e a pureza dos costumes cristãos. Já em documentos anteriores Nos ocupamos das tentações a que está exposta a vossa fé, amados filhos, e vos exortamos à vigilância e à oração. Na Circular de 21 de novembro, referíamo-Nos, especialmente, à reverência devida aos Santos Sacramentos, com que damos público testemunho de nossa fé nos mistérios que adoramos. Salientávamos, então, a importância da advertência, à vista de ser a fé indispensável para a salvação, pois, sem ela é impossível agradar a Deus – “sine fide impossibile est placere Deo” (Heb. 11, 6).

Em 8 de dezembro do mesmo ano passado, na ocorrência do quinto aniversário do encerramento do II Concílio do Vaticano, o Santo Padre, Paulo VI, em memorável Exortação, encarecia aos Bispos católicos do mundo inteiro a obrigação de cuidar da ortodoxia no ensino da doutrina católica.

Eis, pois, amados filhos, que não eram vãos os Nossos temores. Os males que receamos em Nossa diocese, de fato, ameaçam os fiéis do mundo todo. Aliás, não teria sentido a Exortação pontifícia, dirigida a todos os Bispos católicos da terra. I

Dever do Bispo: velar pela ortodoxia.

Dada a importância capital da matéria – a pureza da Fé – e a obrigação que Nos incumbe de bem apascentar as ovelhas de Cristo que Nos foram confiadas, julgamos de Nosso dever voltar ao assunto, comunicando ao Nosso rebanho as apreensões e admoestações do Papa. A tanto Nos convida o mesmo Pontífice, pois recorda que, a todos aqueles que receberam “pela imposição das mãos; a responsabilidade de guardar puro e intacto o depósito da Fé e a missão de anunciar o Evangelho sem desleixo” (A.A.S., 63, p. 99), impõe-se dar testemunho de sua fidelidade ao Senhor, na pregação, no ensino, no teor de vida.

De outro lado, ao direito imprescritível que tem o fiel de receber o ensinamento sagrado, corresponde aos Bispos “o dever grave e urgente de anunciar infatigavelmente a Palavra de Deus, para que o povo cresça na fé a na inteligência da Mensagem cristã” (p. 100).

Profunda crise da fé no seio da Igreja

Semelhante ofício do múnus episcopal é, hoje, mais imperioso, porque lavra no seio da Igreja uma crise generalizada e sem precedentes, como atesta a presente Exortação Apostólica, crise de autodemolição como a denomina o Papa, porque, conduzida por membros da Igreja, abala profundamente a consciência na Religião.

Afirma, com efeito, Paulo VI, no Documento que estamos a apresentar, que hoje “muitos fiéis se sentem perturbados na sua fé por um acumular-se de ambigüidades, de incertezas e de dúvidas, que atingem essa mesma fé no que ela tem de essencial. Estão neste caso os dogmas trinitário e cristológico, o mistério da Eucaristia e da Presença Real, a Igreja como instituição de salvação, o ministério sacerdotal no seio do Povo de Deus, o valor da oração e dos Sacramentos, as exigências morais que dimanam, por exemplo, da indissolubilidade do matrimônio ou do respeito pela vida. Mais: até a própria autoridade divina da Escritura chega a ser posta em dúvida, em nome de uma “desmitização radical” (p.99).

Como vedes, amados filhos, a crise na Igreja não poderia ser mais profunda. Lendo as palavras do papa, nós nos perguntamos: que ficou de intacto no Cristianismo? pois, se não há certeza sobre o dogma trinitário, mistério fundamental da Revelação cristã, se pairam ambigüidades sobre a Pessoa adorável do Homem-Deus, Jesus Cristo, titubeia-se diante da Santíssima Eucaristia, se não se entende a Igreja como instituição de salvação, se não se sabe a que o Sacerdote entre os fiéis, nem há segurança das obrigações morais, se a oração não tem valor, nem a Sagrada Escritura, que há de Cristianismo, de Revelação cristã? Compreendemos que o Papa se sinta impelido a excitar o zelo dos Bispos, apascentem com carinho, desvelo e firmeza, as ovelhas do Divino Pastor das almas.

Empenho por construir uma nova Igreja psicológica e sociológica.

Tanto mais, quanto a Exortação do Santo Padre deixa entrever que há uma verdadeira conspiração para demolir a Igreja. É o que se deduz do trecho seguinte ao acima citado, no qual o Pontífice observa que as dúvidas, ambigüidades e incertezas na exposição positiva do dogma, somam-se o silêncio “sobre certos mistérios fundamentais do Cristianismo” e a “tendência para construir um novo cristianismo a partir de dados psicológicos e sociológicos” no qual “a vida cristã esteja destituída de elementos religiosos” (p. 99).

Há, pois, entre os fiéis, um movimento de ação dupla convergente para a formação de uma nova Igreja, que só pode ser uma nova falsa religião: de um lado, criam-se incertezas sobre os mistérios revelados; de outro, estrutura-se uma vida cristã ao sabor do espírito do século.

II

Ocasião e causas da atual crise religiosa.

Como foi possível chegar-se a esse estado de coisas?

Paulo VI faz, a este propósito, duas considerações.

A primeira, sobre a finalidade especial que o Papa João XXIII propôs ao II Concílio do Vaticano, como aparece claramente na Alocução com que ele abriu a primeira Sessão do grande Sínodo: “Impõe-se que, correspondendo ao vivo anseio daqueles que se acham em atitude de sincera adesão a tudo o que é cristão, católico e apostólico, esta doutrina (cristã) seja mais ampla e profundamente conhecida e que as almas sejam por ela impregnadas e transformadas. É necessário que esta doutrina, certa e imutável e que tem de ser respeitada fielmente, seja aprofundada e apresentada de maneira a satisfazer as exigências da nossa época”. E explicitando melhor o seu pensamento, prossegue o Papa Roncalli: “Uma coisa é, efetivamente, o depósito da Fé em si mesmo, quer dizer, o conjunto das verdades contidas na nossa venerável doutrina, outra coisa é o modo como tais verdades são enunciadas, conservando sempre o mesmo sentido e o mesmo alcance” (p. 101).

Deveria o Concílio, e, em conseqüência, o Magistério Eclesiástico, com o concurso dos teólogos, procurar aliar duas coisas, transmitir, sem engano ou diminuição, a doutrina revelada; e fazer um esforço por apresentá-la de modo a ser recebida íntegra e pura pelos homens de nosso tempo. Entende-se pelos homens de espírito reto, “aqueles que se acham em atitude de sincera adesão a tudo o que é cristão, católico e apostólico”, como diz João XXIII. Portanto pelos homens realmente desejosos de chegar à verdade; pois, aos que preferem as máximas deste mundo, e, por isso, rejeitam a cruz de Cristo, aplicam-se as palavras de São Paulo: é impossível uma união entre a luz e as trevas, entre a justiça e a iniqüidade, entre Cristo e Belial (cf. 2 Cor. 6, 14 s.).

Eis em que consistia o “aggiornamento” do Papa Roncalli, na sua melhor interpretação: uma adaptação, na maneira de expor a doutrina católica, de sorte que possa atrair o homem moderno de espírito reto.

Tal empenho, nota Paulo VI, e é a sua segunda observação, não é fácil. Diz ele: “O magistério episcopal estava relativamente facilitado, numa época em que a Igreja vivia em estreita simbiose com a sociedade do seu tempo, inspirava a sua cultura e adotava os seus modos de exprimir-se; hoje, ao invés, é-nos exigido um esforço sério para que a doutrina da Fé conserve a plenitude do seu sentido e do seu alcance, ao expressar-se sob uma forma capaz de atingir o espírito e o coração dos homens aos quais ela se dirige” (PP. 101-102).

Característica da nova Igreja: a religião do homem.

Ou pela dificuldade do empreendimento, ou por uma concessão ao espírito do tempo, o fato é que, na execução do plano traçado pelo Concílio, em largos meios eclesiásticos, o esforço na adaptação foi além da simples expressão mais ajustada à mentalidade contemporânea. Atingiu a própria substância da Revelação. Não se cuida de uma exposição da verdade revelada, em termos em que os homens facilmente a entendam; procura-se, por meio de uma linguagem ambígua e rebuscada, mais propriamente, propor uma nova Igreja, ao sabor do homem formado segundo as máximas do mundo de hoje. Com isso, difunde-se, mais ou menos por toda parte, a idéia de que a Igreja deve passar por uma mudança radical, na sua Moral, na sua Liturgia, e mesmo na sua Doutrina. Nos escritos, como no procedimento, aparecidos em meios católicos após o Concílio, inculca-se a tese de que a Igreja tradicional, como existira até o Vaticano II, já não está à altura dos tempos modernos. De maneira que Ela deve transformar-Se totalmente.

E uma observação rápida, sobre o que se passa em meios católicos, leva à persuasão de que, realmente, após o Concílio, existe uma nova Igreja, essencialmente distinta daquela conhecida, antes do grande Sínodo, como única Igreja de Cristo. Com efeito, exalta-se, como princípio absoluto, intangível, a dignidade humana, a cujos direitos submetem-se a Verdade e o Bem. Semelhante concepção inaugura a religião do homem. Faz esquecer a austeridade cristã e a bem-aventurança do Céu. Nos costumes, o mesmo princípio olvida a ascética cristã, e tem toda a indulgência para o prazer mesmo sensual, uma vez que, na terra, é que o homem há de buscar a sua plenitude. Na vida conjugal e familiar, a religião do homem enaltece o amor e sobrepõe o prazer ao dever, justificando, a esse título, os métodos anticoncepcionais, diminuindo a oposição ao divórcio, e sendo favorável à homossexualidade e à co-educação, sem temer a seqüela de desordens morais, a ela inerentes, como conseqüência do pecado original. Na vida pública, a religião do homem não compreende a hierarquia, e propugna o igualitarismo próprio da ideologia marxista e contrário ao ensinamento natural e revelado, que atesta a existência de uma ordem social exigida pela própria natureza. Na vida religiosa, o mesmo princípio preconiza um ecumenismo que, em benefício do homem, congrace todas as religiões, preconiza uma Igreja sociedade de assistência social e torna ininteligível o sagrado, só compreensível em uma sociedade hierárquica. Daí, igualmente a secularização do Clero, cujo celibato se considera algo de absurdo, bem como o teor de vida sacerdotal singular, intimamente ligado ao seu caráter de pessoa consagrada, exclusivamente, ao serviço do altar. Em liturgia, rebaixa-se o Sacerdote a simples representante do povo, e as mudanças são tantas e tais que ela deixa de representar adequadamente, aos olhos do fiel, a imagem da Esposa do Cordeiro, una, santa, imaculada. É evidente que o relaxamento moral e a dissolução litúrgica não poderiam coexistir com a imutabilidade do dogma. Aliás, aquelas transformações já indicavam mudanças nos conceitos das verdades reveladas. Uma leitura dos novos teólogos, tidos como porta-vozes do Concílio, evidencia como, de fato, em certos meios católicos, as palavras, com que se enunciam os mistérios da Fé, envolvem conceitos totalmente diversos dos que constam da teologia tradicional.

Importância da filosofia escolástica

A exortação de Paulo VI fala na dificuldade de obter a renovação da roupagem, em que se transmitem aos homens de hoje os mistérios de Deus. E reconhece que foram as novas expressões para as verdades de Fé que trouxeram a angústia das incertezas, ambigüidades e dúvidas. Como foram os novos termos que facultaram, aos fautores de uma nova Igreja, a difusão de uma concepção nova e estranha da Religião cristã.

É de São Pio X a afirmação de que o abandono da escolástica, especialmente do tomismo, foi uma das causas da apostasia dos modernistas (Encíclica “Pascendi”). Após o Concílio Vaticano II, retorna a meios católicos o mesmo erro, a mesma ojeriza contra a filosofia que Leão XIII apelidou “singular presídio e honra da Igreja” (Encíclica “Aeterni Patris”).

De fato, um dos sofismas dos teólogos do novo cristianismo é acusar de aristotelismo a formulação dogmática tradicional, quando a Igreja não deve estar enfeudada a nenhum sistema filosófico. Acrescentam que semelhante formulação foi útil e válida ao seu tempo, ou seja, dentro do ambiente cultural da Idade Média. Hoje, porém, em meio cultural totalmente outro, ela já não tem valor. É antes nociva. Emperra o progresso dos fiéis, e é responsável pela descristianização do mundo atual. A Igreja, se quiser reviver, se quiser conservar sua perenidade, deve abandonar as fórmulas antigas e adotar outras, de acordo com a filosofia de hoje, o pensamento e a mentalidade contemporâneos. Só assim realizará Ela o ideal proposto por João XXIII e o Concílio Vaticano II. E, para não serem tidos como negligentes no seu papel de teólogos, passam à aplicação do princípio por eles mesmos estabelecido, e, às verdades reveladas vão dando formulações, dentro da concepção da filosofia contemporânea.

A falácia não é nova. Na antiguidade, outra coisa não fizeram os gnósticos que deturparam a Revelação, para enquadrá-la dentro da filosofia neoplatônica; no século passado, foi o hegelianismo que desvairou certos teólogos católicos. Os da nova Igreja desejam servir aos marxismo, existencialismo e às demais filosofias antropocêntricas, que pululam na angústia intelectual, característica de nossa época.

O vigor do tomismo

O engano, amados filhos, dos mentores do novo cristianismo está no esquecimento a que votam uma verdade de senso comum, sem a qual é inexplicável o conhecimento, impossível a ciência e a própria vida humana. Semelhante verdade de senso comum está na base de toda filosofia, que não seja mera construção arbitrária do espírito. Consiste na persuasão de que o conhecimento é determinado pelo objeto externo. Ele é verdadeiro, quando apreende a coisa como ela é; e é falso, quando destoa da realidade. Podem variar os sistemas filosóficos. Eles serão mais ou menos verdadeiros, na medida em que suas conclusões atendam ao princípio de senso comum acima enunciado.

No acatamento a semelhante princípio, encontra o tomismo todo o seu vigor. Salienta-o Leão XIII, quando diz que o tomismo é uma filosofia “solidamente firmada nos princípios das coisas” (Encíclica “Aeterni Patris”). Ou seja, não é sistema arbitrário, fruto da imaginação ou criação subjetiva do filósofo. Muito ao contrário, a filosofia tomista, curva-se sobre a realidade, para apreendê-la como ela é.

Quando enuncia seus dogmas, servindo-se dos termos usuais na escolástica, a Igreja não o faz porque tais expressões sejam de um sistema filosófico particular, e sim, porque pertencem à filosofia de todos os tempos.

Relativismo religioso e modernismo nos teólogos da nova Igreja

Já não procedem do mesmo modo os teólogos da nova Igreja. Não estão eles atentos à realidade, cuja expressão pode variar desde que, porém, a apresente como ela é. O que eles desejam é satisfazer à mentalidade moderna. Para eles, a atualização da Igreja está na adaptação de sua doutrina a essa mentalidade. E como o homem moderno formou seu pensamento num ambiente cultural todo voltado às aparências, aos fenômenos, e, além disso, avesso à metafísica, a Igreja para não soçobrar, dizem os novos teólogos, precisa acomodar sua doutrina a semelhante maneira de pensar. Não se percebe como tal atitude possa fugir ao erro modernista, segundo o qual, o dogma evolui de um para outro sentido, de acordo com as necessidades culturais da época em que é enunciado.

Imutabilidade e desenvolvimento da verdade revelada

Lembremos que a verdade revelada se comunica ao mundo em linguagem humana. Tal linguagem, embora inadequada, não é mero simbolismo; ela deve dizer, objetivamente, o que é o mistério de Deus, ainda que o não manifeste na sua riqueza inesgotável. Eis a razão por que as fórmulas dogmáticas não podem evoluir mudando de significado. A fé, uma vez transmitida, diz São Judas Tadeu, o é “uma vez por todas” (vers. 3). Ela é imutável e invariável. Não padece adições, subtrações, ou alterações. Pode esclarecer-se, não pode transformar-se. É como um ser vivo que se desenvolve e aperfeiçoa, porém, na mesma natureza, que faz com que o indivíduo seja sempre o mesmo.

Importância das fórmulas dogmáticas tradicionais

Por isso, é de suma importância manter as fórmulas que, constituídas na Igreja, sob a assistência do Espírito Santo, a Tradição, e os Concílios fixaram, para exprimir com exatidão o conceito revelado. Semelhante linguagem dogmática pode sofrer alterações acidentais, não pode ser modificada de todo em todo.

Ora, o que, sob o signo do “aggiornamento”, assistimos após o Concílio, em vários meios católicos, é o menosprezo tanto dos costumes como das fórmulas tradicionais. Demos um ou outro exemplo.

O Concílio de Nicéia, depois de anos de lutas contra os arianos, fixou, na palavra consubstancial, o conceito da unidade de essência das Três Pessoas Divinas. Hoje, em certos meios católicos, aquele termo é conscientemente abandonado. Daí, a incerteza, a dúvida que o Papa lamenta sobre os dogmas da Santíssima Trindade e do Divino Salvador. O Concílio de Trento, contra o simbolismo protestante, consagrou o vocábulo transubstanciação, para indicar a mudança total da substância do pão e da substância do vinho no Corpo e no Sangue de Jesus Cristo.

Semelhante palavra nos dá a idéia do que ocorre, objetivamente, sobre o altar, no momento da consagração da Santa Missa, e nos assegura a presença real e substancial de Jesus Cristo no Santíssimo Sacramento, mesmo depois de terminado o Santo Sacrifício. Como termo aristotélico, que não condiz com as correntes filosóficas atuais, a palavra transubstanciação é rejeitada pelos teólogos da nova Igreja. Substituem-na por outra – “transignificação”, “transfinalização” – dando razão à afirmação do Papa de que se põe em dúvida o “mistério da Santíssima Eucaristia e da Presença Real” (p. 99). Na ordem prática, eliminam-se os sinais de adoração, de respeito ao Santíssimo Sacramento, como a comunhão de joelhos, com véu, a bênção do Santíssimo, a visita ao Sacrário etc.

Subversão doutrinária

Se a palavra muda, e não é sinônima, naturalmente também o conceito se modifica. Estão no caso os novos termos dos teólogos “aggiornati”, cuja conseqüência é um abalo na própria Fé. Eis que a nova terminologia, de fato, introduz uma nova religião. Não estamos mais no Cristianismo autêntico. Aliás, as inovações não ficam apenas em troca de palavras. Vão mais longe. Na realidade, excitam uma subversão total na Igreja. Como a filosofia moderna sobreestima o homem, a quem faz juiz de todas as coisas, a nova Igreja estabelece, como dissemos, a religião do homem. Elimina tudo quanto possa significar uma imposição à liberdade ou uma repressão à espontaneidade humanas. Desconhece, assim, a queda original e extenua a noção do pecado. Não compreende “o sentido da renúncia evangélica” (p. 105), e propugna uma religião natural de base nas experiências “psicológicas e sociológicas” (p. 99).

III

Remédio para o mal: fidelidade à tradição

a. INDICAÇÃO DE PAULO VI

Como causa do aturdimento que sofrem os fiéis, angustiados porque já não têm mais certeza sobre o que devem crer e sobre como hão de agir, Paulo VI aponta o abandono da Tradição. De onde, o antídoto a tão profunda crise de linguagem, pensamento e ação, só encontramos na fidelidade à tradição.

O Documento de Paulo VI insiste sobre este ponto. As atuais circunstâncias, assim o Papa, exigem de nós maior esforço, para que “a palavra de Deus chegue aos nossos contemporâneos, na sua PLENITUDE, e para que as obras realizadas por Deus lhes sejam apresentadas SEM ADULTERAÇÃO, e com a intensidade do amor à verdade que os salve” (p. 98 – grifos nossos). Tão nobre incumbência só é exeqüível mediante a fidelidade à “Tradição ininterrupta que liga (nosso cristianismo) a Fé dos Apóstolos” (p. 99). Deve, pois, cada Bispo, na sua Diocese, estar atento por que os novos estudos “não venham a atraiçoar nunca a verdade e a CONTINUIDADE da doutrina da Fé” (p. 101 – grifo nosso). Aliás, todo o trabalho dos teólogos deve ser no sentido da “fidelidade à grande corrente da Tradição cristã” (p. 102), porquanto “a verdadeira Teologia se apóia sobre a palavra de Deus inseparável da Sagrada Tradição como sobre um fundamento perene” (p. 103).

Em resumo, Paulo VI sintetiza (p. 18) a norma do Magistério Eclesiástico na palavra de São Paulo: “ainda que alguém – nós ou um Anjo baixado do Céu – vos anunciasse um evangelho diferente do que temos anunciado, que ele seja anátema (Gal. 1, 8), e prossegue o Papa: “Não somos nós, com efeito, que julgamos a palavra de Deus: é ela que nos julga e que põe em evidência os nossos conformismos mundanos. A fraqueza dos cristãos, mesmo a daqueles que têm a função de pregar, não será jamais, na Igreja, motivo de edulcorar o caráter absoluto da palavra. Nunca será lícito cegar o gume de sua espada (cf. Heb. 4, 12; Apoc. 1, 16; 2, 16). À Igreja nunca será permitido falar de modo diverso do de Cristo, da santidade, da virgindade, da pobreza e da obediência” (p. 101).

b. EXEMPLO HISTÓRICO: NESTÓRIO E A SANTA MÃE DE DEUS

As palavras do Papa não poderiam ser mais claras, nem mais incisivas, como taxativas são as palavras do Apóstolo por ele citadas, aliás, elas não passam de um eco da maneira de agir da Igreja, sob o impulso vivificante do Espírito Santo. É fato largamente comentado em toda formação religiosa, o ocorrido com Nestório, Patriarca de Constantinopla. Transcrevemo-lo, aqui, segundo o narra D. Prosper Guéranger, na sua conhecida obra “L’Année Liturgique”, ao comentar a festa de São Cirilo de Alexandria, em 9 de fevereiro: “No próprio ano da sua eleição ao trono episcopal, no dia de Natal de 428, aproveitando a grande multidão que se aglomerava na Basílica Catedral, do alto do púlpito, Nestório pronunciou esta blasfêmia: Maria não deu a luz a Deus; seu filho não era senão um homem, instrumento da Divindade. Um frêmito de horror percorreu a multidão, e um leigo, Eusébio, levantou-se do meio do povo e protestou contra a impiedade. Toda a História, até hoje, se regozija com essa atitude. Ela salvou a fé de Bizâncio”.

c. NORMA GERAL

D. Guéranger, dá, então, o princípio geral: “Quando o Pastor muda-se em lobo, pertence, em primeiro lugar, ao rebanho defender-se. Normalmente, sem dúvida, a doutrina desce dos Bispos ao povo fiel, e os súditos, nas coisas da Fé, não devem julgar seus Chefes. Há, porém, no tesouro da Revelação, pontos essenciais, cujo conhecimento necessário e guarda vigilante todo cristão deve possuir, em virtude de seu título de cristão. O princípio não muda, quer se trate de crença ou procedimento, de moral ou de dogma. Traições como a de Nestório são raras na Igreja; não assim o silêncio de certos Pastores que por uma ou outra causa, não ousam falar, quando a Religião está engajada. Os verdadeiros fiéis são os homens que extraem de seu Batismo, em tais circunstâncias, a inspiração de uma linha de conduta; não os pusilânimes que, sob pretexto especioso de submissão aos poderes estabelecidos, esperam, para afugentar o inimigo, ou para se opor a suas empresas, um programa que não é necessário, que não lhes deve ser dado”.

d. A IMPORTÂNCIA DA TRADIÇÃO

Quisemos ilustrar o critério lembrado por Paulo VI, devido à importância especial que ele assume nos dias que correm, como é notório a quem observa o que se passa em certos meios católicos. Aliás, tal é o valor da Tradição, que mesmo as Encíclicas e outros Documentos do Magistério ordinário do Sumo Pontífice, só são infalíveis nos ensinamentos corroborados pela Tradição, ou seja, por uma doutrinação contínua, através de vários Papas e por largo espaço de tempo. De maneira que, o ato do Magistério ordinário de um Papa que colida com o ensinamento caucionado pela Tradição magisterial de vários Papas e por espaço notável de tempo, não deveria ser aceito.

Entre os exemplos que a História aponta de fatos semelhantes, avulta o de Honório I. Viveu este Papa, ao tempo em que a heresia monotelita fazia estragos na Igreja do Oriente. Negando a existência de duas vontades em Jesus Cristo, renovam os monotelitas o absurdo que Êutiques introduziu no dogma, quando pretendeu que em Jesus Cristo havia uma só natureza, composta da natureza divina e da natureza humana. Habilmente, o Patriarca Sérgio de Constantinopla insinuou no espírito de Honório I que a pregação das duas vontades no Salvador só causava divisões no povo fiel. Acendendo aos desejos do Patriarca, que eram também os do Imperador, o Papa Honório proibiu que se falasse nas duas vontades do Filho de Deus feito homem. Não advertiu o Pontífice que seu ato deixava o campo aberto à difusão da heresia. Por isso mesmo não se lhe devia dar atenção. Entre os que lamentaram o ato de Honório I estão o VI Concílio Ecumênico, que foi o terceiro reunido em Constantinopla, e São Leão II, Papa, ao confirmar aquele Concílio. Entre os que continuaram a ensinar as duas vontades em Jesus Cristo, está o grande São Máximo, chamado de Confessor porque selou com o martírio sua fidelidade à doutrina católica tradicional.

e. NORMA DE JULGAMENTO PARA AS NOVIDADES

Guardemos, pois, com o máximo respeito e atenção, o critério de aferimento para as novidades que surgem na Igreja:

- Ajustam-se elas à Tradição? – São de boa lei.

- Não se ajustam, opõem-se à Tradição, ou a diluem? – Não devem ser aceitas.

Tradição, é certo, não é imobilismo. É crescimento, porém, na mesma linha, na mesma direção, no mesmo sentido, crescimento dos seres vivos que se conservam sempre os mesmos. Por isso mesmo, não se podem considerar tradicionais, formas e costumes que a Igreja não incorporou na exposição de sua doutrina, ou na sua disciplina. A tendência, nesse sentido, foi chamada por Pio XII “reprovável arqueologismo” (Encíclica “Mediator Dei”). Isto posto, tomemos como norma o seguinte princípio: quando é visível que a novidade se afasta da doutrina tradicional, é certo que ela não deve ser admitida.

Vários modos de corromper a Tradição

Pode-se concorrer para destruir a Tradição de vários modos. Há, mesmo, entre eles uma escala que vai da oposição aberta ao desvio quase imperceptível. Exemplo de oposição clara, temos nas várias atitudes tomadas por teólogos, e até Autoridades Eclesiásticas, rejeitando a decisão da Encíclica “Humanae Vitae”. De fato, o ato de Paulo VI, declarando ilícito o uso dos anticoncepcionais, insere-se numa Tradição ininterrupta do Magistério Eclesiástico. Não aceitá-lo, ensinando o oposto do que ele prescreve, ou aconselhando práticas por ele condenadas, constitui exemplo típico de negação de um ensinamento tradicional.

Mais sinuosa é a falácia, quando se fere a Tradição, através de elucidações dogmáticas que, sem negarem os termos tradicionais, de fato, são incompatíveis com os dados revelados; por exemplo, continuar a fazer profissão de fé no mistério da Santíssima Trindade, mas substituir sistematicamente o termo consubstancial por outro que não tem o mesmo significado, como a palavra natureza.

Há igualmente descaminhos para a heresia, nas deduções que ampliam o conteúdo das premissas. Assim, declarar que, em virtude da colegialidade, o Papa pode resolver sem ouvir o Colégio Episcopal, é incidir no conciliarismo que subverte a Igreja de Cristo.

Mais subtis, são os novos usos, especialmente em liturgia, que subrogam aos antigos, e que não só não são dotados da mesma riqueza, senão que insinuam outros conceitos religiosos. Em Nossa Pastoral de 19 de março de 1966, sublinhamos a importância que têm os usos e costumes, tanto no afervoramento da fé, como, em sentido contrário, no solapamento desta mesma fé, sempre que o procedimento pressupõe, e portanto, difunde conceitos errôneos sobre as verdades reveladas.

Evidentemente, não é a mesma a responsabilidade pessoal que há nessas várias maneiras de contestar a Tradição. Nas circunstâncias atuais, no entanto, todas elas oferecem perigo à fé, e talvez mais aquelas que menos aparecem como opostas à Igreja tradicional. Segue-se que de nós se pede cuidadosa vigilância, não venhamos a assimilar o veneno meio inconscientemente. Se há gente de boa fé que, por ignorância ou ingenuidade, nas novidades que vai aceitando, tenciona apenas obter uma nova expressão da verdadeira Igreja: há também e sobretudo a astúcia do demônio que se serve dessas mesmas intenções para desgarrar os fiéis da ortodoxia católica.

Os falsos profetas e os novos Catecismos

Na Exortação Apostólica, que sugere estas considerações, insiste o Papa, sobre a ação dos falsos doutores, que, vivendo no meio do povo de Deus, corrompem a Fé e a Religião. Assim, diz que é “para nós, Bispos”, aquela advertência que se encontra em São Paulo: “virá tempo em que os homens já não suportarão a sã doutrina da salvação. Levados pelas próprias paixões e pelo prurido de escutar novidades, ajuntarão mestres para si. Apartarão os ouvidos da verdade e se atirarão às fábulas” (2 Tim. 4, 3-4), e mais adiante, torna Paulo VI ao mesmo toque de alerta, ainda com palavras do Apóstolo: “do meio de nós mesmos, como já sucedia nos tempos de São Paulo, surgirão homens a ensinar coisas perversas para arrebatarem discípulos atrás de si (Atos 20, 30)” (p. 105).

Quando os inimigos estão dentro de casa, como denuncia aqui o Papa, é sumamente néscio quem não redobra a vigilância. Na atual crise da Igreja, podemos dizer que nossa salvação está condicionada ao emprego de todos os meios que preservem a integridade da nossa Fé. Portanto, é necessária, hoje, maior atenção para evitar as ciladas armadas contra a autenticidade de nosso Cristianismo.

Em Nossa Instrução Pastoral sobre a Igreja, de 2 de março de 1965, fundamentamos semelhante advertência, mostrando como o espírito modernista, infiltrado nos meios católicos, introduz entre os fiéis, o relativismo e o naturalismo religiosos, subvertendo o dogma e a moral revelados. Da difusão de semelhante espírito incumbem-se, atualmente, os novos Catecismos. Eis que nos toca o dever de chamar vossa atenção, amados filhos, sobre essas novas obras de ensino e formação religiosa que, a título de fé para adultos ou para o homem moderno, destroem a doutrina tradicional, ora pelo silêncio, ora por omissões, ora de maneira positiva, por concepções contrárias à verdade sempre ensinada pela Igreja. São os novos Catecismos o meio de inocular na mente dos fiéis a nova religião, em consonância com as correntes evolucionista e racionalista do pensamento moderno.

Não levantamos nenhum julgamento sobre as intenções dos autores dos novos Catecismos. Não Nos esquecemos, no entanto, de que o “homem inimigo”, ou seja, o demônio, que tudo faz para perder as almas, se aproveita das perturbações causadas na Igreja pelos pruridos de novidade, e nelas mesmas insinua os sofismas com que corrompe a Fé e perverte os costumes. Sendo, como são, os novos Catecismos instrumentos para formar, na Religião, as novas gerações, seria ingênuo pensar que o anjo das trevas não procurasse servir-se deles, para a realização de sua obra sinistra. De fato, pois, objetivamente, os novos Catecismos devem ser colocados, entre os fautores da autodemolição da Igreja, de que fala o Papa.

Nunca é demais salientar a importância do Catecismo. E, em conseqüência, nunca será excessivo alertar os fiéis contra os textos de Catecismo que subvertem a Religião de Nosso Senhor Jesus Cristo.

IV

A profissão de fé nas práticas litúrgicas e religiosas

Na sua Exortação Apostólica, Paulo VI onera a consciência dos Bispos, cuidem que a doutrina seja transmitida pura não só no ensino, como no exemplo que há de vivificar as palavras.

Refere-se o Papa aos auxiliares dos Bispos na difusão da sã doutrina. Sua afirmação, no entanto, comporta interpretação mais ampla, uma vez que, nos atos piedosos, fazemos viva profissão de nossa fé. Em outras palavras: o que cremos com a inteligência, isso realizamos na nossa vida católica, especialmente nas práticas religiosas. Em sentido inverso, é pelos atos cotidianos que, ou alimentamos a nossa fé, ou a entibiamos, segundo nosso procedimento se conforme com o que cremos, ou dele se afaste.

E aí tendes, amados filhos, toda a importância das práticas piedosas tradicionais. Nutriu-se com elas a fé das gerações passadas, que, com seu exemplo, nos transmitiram o amor a Jesus Cristo, à sua doutrina e aos seus preceitos. Elas fortificarão, hoje também, a nossa fé, e nos darão as energias de seguir o exemplo dos nossos irmãos, que nos precederam no santo temor de Deus. Nesta mesma ordem de idéias, devemos precaver Nossos amados filhos, contra as práticas religiosas, nas quais ou se incarna o espírito da nova Igreja, ou extenua-se a adesão aos mistérios revelados. Tratando-se de questão capital, que interessa à salvação eterna, recomendamos vivamente aos Nossos caríssimos filhos, que se mantenham fiéis aos exercícios ascéticos encarecidos pela Igreja: meditação, exame de consciência, atos de mortificação, visitas ao Santíssimo, confissão e comunhão freqüente, oração contínua, e, de modo especial, a reza cotidiana do terço de Nossa Senhora.

O culto à Santíssima Eucaristia

De modo particular, novamente, lembramos aos Nossos amados filhos a reverência que tradicionalmente se deve à Santíssima Eucaristia, reverência com que fazemos profissão de fé na presença real e substancial do Deus humanado no Sacramento do Altar. De acordo com o costume tradicional, que, segundo a Sagrada Congregação do Culto Divino, onde existe, deve ser conservado, recebam os fiéis, a Sagrada Comunhão sempre de joelhos, e as senhoras e moças com a cabeça coberta, e jamais se aproximem dos Santos Sacramentos em veste que desdizem do respeito e reverência para com as coisas sagradas.

Dessacralização

Tenhamos sempre todo respeito pelo lugar sagrado. Uma das características da Igreja nova é a dessacralização. Condena ela os edifícios próprios para o culto, e deseja que a Religião se dissolva na vida comum do indivíduo. Sob a alegação de que tudo é sagrado, na realidade, tudo reduz ao profano. Jesus Cristo atendia muito à distinção entre o sagrado e o profano. Comentando o trecho de São João, em que o Divino Mestre expulsou os vendilhões, declara Santo Agostinho que o mal não consistia em que se vendiam animais, porquanto licitamente se vende o que licitamente se oferece no Templo. O mal estava em que a venda se fazia, por mero interesse, num lugar sagrado, de si destinado a oração e ao culto divino (cf. in Jo. tr. X).

Proteção e mediação de Maria Santíssima

Acenamos, amados filhos, a algumas práticas, através das quais, procura-se instaurar na Igreja um cristianismo novo, destoante daquele que Jesus Cristo veio trazer à terra. Em Nossa Pastoral de 19 de março de 1966, sobre a aplicação dos Documentos conciliares, salientamos o grande perigo que de tais práticas se origina para a fé, intoxicadas, como estão, pela heresia difusa que encontra conivência na mentalidade relativista do mundo moderno. A situação é tão grave, o mal tão profundo, que hoje, mais do que em tempos passados, é necessário o apelo aos meios sobrenaturais da graça. Entregues a nós mesmos, somos incapazes de resistir à onda elevada pelos falsos profetas, e menos ainda de fazê-la amainar, de modo que possam as almas continuar serenamente nas vias da imitação do Divino Salvador.

Recorramos, pois à oração, e especialmente à devoção a Maria Santíssima, Senhora nossa. A Tradição é unânime em apresentá-La como Medianeira de todas as graças, como Mãe terníssima dos cristãos, empenhada na salvação de seus filhos, como interessada na integridade da obra de seu Divino Filho. Nas situações difíceis, em que Se tem encontrado, a Igreja habituou-nos a suplicar o valioso e eficaz auxílio da Santa Mãe de Deus, seja para profligar heresias, seja para impedir que o jugo dos infiéis pesasse sobre os cristãos. Podemos dizer que a Igreja jamais Se achou em crise tão grave e tão radical, como a que hoje alui seus fundamentos desde os seus primeiros alicerces. É sinal de que a proteção de Maria Santíssima se torna mais necessária. A nós compete fazê-la real mediante nossas súplicas à Santa Mãe de Deus. Nesse sentido, renovamos a exortação que fizemos à reza cotidiana do terço do santo Rosário, cuja valia aumentaremos com a imitação das virtudes de que a Virgem Mãe nos dá particular exemplo: a modéstia, o recato, a pureza, a humildade, o espírito de mortificação na renúncia de nós mesmos, e a caridade com que, pelo bom exemplo, como discípulos de Cristo “impregnamos de seu espírito a mentalidade, os costumes, e a vida da cidade terrena” (p.105). Confiamos que a proteção da Santa Mãe de Deus nos conservará a fidelidade à Tradição na nossa profissão de fé e nas nossas práticas religiosas, como nos hábitos de nossa vida católica.

Certo de que tão excelsa proteção jamais nos faltará, enviamos aos Nossos zelosos Cooperadores e amados filhos, Nossa cordial bênção pastoral, em nome do Padre, e do Filho, e do Espírito Santo. Amém.

Dada e passada na Nossa Episcopal Cidade de Campos, sob Nosso sinal e selo de Nossas armas, aos onze dias do mês de abril do ano de mil novecentos e setenta e um, na Santa Páscoa do Senhor.



Fonte: Dom Antônio de Castro Mayer; Livro "Quarenta anos de episcopado: 1948-1998" FSSPX

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